Hoy me desperté extrañándote.

  Hoy me desperté extrañándote.
Y en el lapso entre que uno toma consciencia y entre que abre los ojos, tu ausencia me apretó con fuerzas mis brazos, mis piernas, mis labios y mis párpados. Mis manos corrieron a buscarte por toda la cama, pero no te encontraron. Tuve miedo, mujer. Tuve miedo de perderte sin aviso y sin reparo. 

  Abrí los ojos deseando estar soñando y reconocerte a mi lado, pero no fue así. Aún podía describir tu aroma dulce durazno y quería identificarte entre los aromas de la mañana junto al olor a café que me visitaba desde la cocina. Me incorporé con la torpeza de los años que corresponden a lo mucho que te amo y trastabillé. Empecé a recordar, sentía haber sabido de ti hacía mucho y necesitaba escucharte, sentirte y verte. 

   ¿Será que mi vida ahora se resumiría a una niebla de recuerdos con bordes difuminados de lo mucho que me haces falta? ¡Dios no lo quiera! Jamás quisiera perderte por no habértelo dicho cada que puedo. Que despertar sin ti es igual que estar atrapado en una pesadilla sin poder correr ni gritar. Y amanecer sabiendo que existes es como darse cuenta que las pesadillas han terminado y que la vida es mucho mejor de lo que uno pudo haber soñado. Y entonces tu voz. Tu voz me trajo de nuevo. Escuché tu voz de niña detrás de mi: "Buenos días, mi amor, ¿estás bien?". 

Comentarios

  1. Un texto muy bello. ¡Qué increíble es amar!

    Gracias por compartir

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