De la canasta de los cuentos olvidados: Mejorando las dos de la tarde.


La tranquilidad y frialdad de mi cuarto, una pequeña gasa de luz que abrazaba toda la habitación. Un buen libro entre mis manos y una disposición enorme a derrochar mi tiempo leyendo. Me importaba poco llegar a la noche si se trataba de estar leyendo.

Sería cuando iba a empezar las primeras lineas del libro cuando ese sonido irrumpió el orden de mis sentidos: algo al otro lado del pasillo como si estuvieran desmantelando algo. Lo intenté de nuevo. Concentración acumulada y mis ojos atentos a seguir la linea de le... ¡Prash!¡CUASH! ¡Sijirishtrucus! Otra vez el ruido. Miraba por encima de mis lentes la pared intentando mandarle una señal a esa habitación para que reanudara el silencio. No había terminado de leer ni una linea, ni siquiera una letra cuando el estruendo se volvió a presentar. Supe que era una señal del universo, pero más específicamente: de mi madre.

Entró ella en mi cuarto interrumpiendo otro fallido intento de lectura. Pero al ver el rostro de aquella mujer, con una sonrisa escondida siempre lista para sorprenderte hizo cualquier intento de reclamo, absurdo. 

—Vamos a caminar al Parque —dijo.
—¡¿Ahora?! —repliqué. Miraba que el reloj de mi teléfono móvil marcaban las dos de la tarde.
Sip, acompáñame a caminar —dijo mi mamá haciendo calentamientos de brazos.
—Claro... —respondí— Nadie está tan loco para ir al parque a esta hora.

Mi madre me ignoró y siguió haciendo calentamientos mientras se alistaba para ir a hacer ejercicio. Llevaba ropa deportiva, buena actitud y una especialmente redonda naranja. Yo traía puesto algo cómodo que bien servía para leer en tu cuarto a gusto o para hacer la limpieza mensual. 

—Pero yo me llevo mi libro y leeré allá. Tú camina, yo leo establecí mis términos.

Resulta que la mitad del pueblo estaba en el parque a esa hora. Niños pintando sus esculturas del hombre araña que parece más bien el hombre arañado o al hijo no deseado de Winnie the Pooh con Barney. Otros más pasaban corriendo como si estuviera en peligro su vida, pero llevaban los airpods y parecían estar voluntariamente allí, ejercitándose. Y las parejas ilusas caminando hacia la decepción del amor no faltaban por las veredas arboladas. Mi conclusión: todos están locos de remate. ¡Eran las dos de la tarde! Así que busqué una banca con sombra y aire abrazador, me puse mis lentes y abría la página número uno de mi libro.

Mi madre empezó el recorrido, por el sendero de caminatas. La verdad es que tampoco me pude concentrar ahí, me quedé pensando en la cómo se mueven los árboles con el viento y por qué aquel de allá tiene esa forma tan parecida a Godzilla. También en cómo el viento puede rodear los objetos y personas sin problema y logramos aún así percibirlo, y de ahí, claro que tenía que pensar en otras cuestiones qué resolverían los problemas ya resueltos de hace muchos años.

Cuando menos pensé venía mi madre de regreso frente a mí. Al mirarme esa señora empezó con total entusiasmo a trotar mientras hacía calentamientos y combinaba un tipo de tae-bo con tap-out y aerobics porque ¿por qué no? Una gran sonrisa se divisaba de lejos en su rostro. "¡Esa, señoras y señores, es mi Mamá!" pensé. La misma que juega Mario bros. en el nintendo conmigo, la que me hace reír y me platica. Haber venido a regañadientes había mejorado mis dos de la tarde. Y cuando lo entiendes, sabes que no puedes desaprovechar el tiempo compartido con ella, al fin y al cabo nunca sabrás cuánto queda con certeza.

Comentarios

  1. "una disposición enorme a derrochar mi tiempo leyendo" es el sueño de todo lector.

    Sin duda, hoy se entiende mejor esa última frase del final.

    Gracias por compartir, saludos.

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  2. Leí esto poco antes de ser modificado y me agrada el texto de hoy.

    Pienso que, mirar los árboles, sentir el viento y pensar en cuestiones qué resuelven problemas ya resueltos hace muchos años, es tan increíble como es para muchos leer. Y por supuesto, es aún más, el pasar tiempo con quien amamos.

    Las dos de la tarde me parece una preciosa hora para detenerse un momento.

    Gracias por compartir.

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