El desvelo de la Luna.
He estado bebiendo por las noches con los astros. Después de unos tragos les digo que no tienen oportunidad de ganar su lucha.
Hoy el sol brillaría con fuerza tratando de imponerse sobre tu belleza. Le cuenta la luna que contendió por la noche, prefirió la tregua.
Porque sin precedentes ha llegado una muchachita, que vencería sin problemas a cualquier titán que le encarara, con una sonrisa. Y aquí estoy yo tratando de ser duro como el hierro, pero sé que si pudiese olerte, tocarte o divisarte me derretiría. Increíble pudiera parecer el que no supiera de tu existencia y ahora me aterra la idea del olvido. Tratar de disimular esto sería tan difícil como contender con el sol, con el simple sonido de tu risa caería sin esperanza.
El sol se despide y, con cada trago, la luna y las estrellas empiezan a hablar más. Cuentan de cuando el más sabio dijo que era incomprensible lo que un muchacho hace por una doncella. Míralos ahora, observa el cielo: el sol está inseguro, la luna brilla intrigada y las estrellas titilan perplejas porque un servidor sin previo aviso, lo entendió. Le he encontrado tanto sentido que resulta siniestro. Ahora el color del cielo es más vívido e invita a una fiesta con los cuerpos celestes porque hemos decidido que la única e inmejorable catarsis encontrada es perder la cordura por tu respirar.
Y aquí sigo tomando un trago con la luna. Estamos charlando sobre ti. Le digo que es una burla de la vida que cuando rondas por mi mente en el transcurso del día me convierto en fuerza, me sobra la energía y me invento mil poemas, pero la ironía viene cuando se va el sol. Cuando brilla mi compañera de vino y su luz baña la tierra, ahí me encuentras de una pieza, tartamudo y con los nervios de un infante frente a lo que él cree es el amor de su vida. ¡Que ironía! Tiene lógica porque un pequeñuelo corre tras confesar su amor. La luna me recuerda que ya no soy un niño, debo quedarme un poco más... porque al retirarse me lamentaré de lo efímero de nuestro encuentro.
Hablo de ti y de que anhelo que empecemos a necesitarnos y ser nuestros. Me resulta tan sencillo que he dominado la conversación pero a ella no le importa porque, cuando hablo de ti, lo hago con tanta elocuencia que pudiera abochornar al mejor orador. A pesar de estar fascinada, la luna empieza a despedirse y yo le ruego que guarde mi secreto.
Y entonces la gente pasa a mi alrededor. Me miran con extrañeza. Un joven riendo solo, viendo al cielo. Embriagado arrojo una carcajada más. Es escalofriante que para mí tiene perfecto sentido.
El sol se despide y, con cada trago, la luna y las estrellas empiezan a hablar más. Cuentan de cuando el más sabio dijo que era incomprensible lo que un muchacho hace por una doncella. Míralos ahora, observa el cielo: el sol está inseguro, la luna brilla intrigada y las estrellas titilan perplejas porque un servidor sin previo aviso, lo entendió. Le he encontrado tanto sentido que resulta siniestro. Ahora el color del cielo es más vívido e invita a una fiesta con los cuerpos celestes porque hemos decidido que la única e inmejorable catarsis encontrada es perder la cordura por tu respirar.
Y aquí sigo tomando un trago con la luna. Estamos charlando sobre ti. Le digo que es una burla de la vida que cuando rondas por mi mente en el transcurso del día me convierto en fuerza, me sobra la energía y me invento mil poemas, pero la ironía viene cuando se va el sol. Cuando brilla mi compañera de vino y su luz baña la tierra, ahí me encuentras de una pieza, tartamudo y con los nervios de un infante frente a lo que él cree es el amor de su vida. ¡Que ironía! Tiene lógica porque un pequeñuelo corre tras confesar su amor. La luna me recuerda que ya no soy un niño, debo quedarme un poco más... porque al retirarse me lamentaré de lo efímero de nuestro encuentro.
Hablo de ti y de que anhelo que empecemos a necesitarnos y ser nuestros. Me resulta tan sencillo que he dominado la conversación pero a ella no le importa porque, cuando hablo de ti, lo hago con tanta elocuencia que pudiera abochornar al mejor orador. A pesar de estar fascinada, la luna empieza a despedirse y yo le ruego que guarde mi secreto.
Y entonces la gente pasa a mi alrededor. Me miran con extrañeza. Un joven riendo solo, viendo al cielo. Embriagado arrojo una carcajada más. Es escalofriante que para mí tiene perfecto sentido.
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