Relativo y enamorado
Recuerdo perfectamente la vez que
me encontré con él. Lo habíamos estado buscando tanto sin saberle. Tanto
divagamos sobre su paradero que ignoramos por completo si era un él o un eso.
Científicos perdieron la vida intrigados acerca de él. Poemas, canciones,
libros, películas sobre aquel ser y nunca nadie lo ha encontrado, un ente
desconocido, con o sin identidad cómo saberlo…
Era sábado por la tarde. Por
supuesto no tenía planes así que me dirigí al bar del barrio donde he crecido.
Ordené algo para beber mientras miraba jugar al béisbol a un grupo de
individuos que no conocía en lo absoluto. Me atendieron pronto, Maggie siempre
ha sabido lo impaciente que soy.
Entonces sentí una presencia
extraña. Recuerdo un olor a hogar, queso y salsa de tomate. Es jueves y mamá
prepara Pizza para mis tíos que han venido de visita. Debo tener diez años a lo
mucho. Mamá me sirve un gran pedazo, alborota mi cabello, me da un beso y me
dice que me ama. Es la mejor pizza que tendré jamás. La última que mamá ha
preparado.
Después recuerdo un dolor en el
pecho como si se tratara de un infarto. Quiero romper en llanto. Todos de negro
y papá llora desconsolado.
Veo muchos eventos. Estoy
consciente que en el bar, a mi lado, se encuentra un hombre. Siento como su
mirada penetra mi cráneo y se incrusta entre mi corteza cerebral ¿Así se
sentirá la morgue?
Me quedo en blanco y siento algo más. Una mano toma mi diestra y camino
rumbo al bachillerato. Luego, siento algo en el estómago como si tuviera algo
vivo dentro que me impeliera a saltar. La temperatura en mis mejillas se hace
evidente y la sonrisa del rostro nunca se me podría borrar. Y es destrozado el
sentimiento sin más.
Muchas cosas más. Mientras un hombre al lado me ve fijamente. Lleva un
atuendo impecable.
Ahora me encuentro en un cuarto blanco. No hay nadie más. Llevo negro
pero no hago ninguna sombra. Dicen que este sentimiento es oscuro pero solo veo
blanco. Mientras me azota un tornado de emociones y… memorias… creo.
El hombre ahora me dice: “Ve adelante”
Pago mi bebida y salgo a la calle. Caminando por la acera tomo el atajo
de costumbre. He estado tanto tiempo recordando que se ha caído la noche. Una
sombra me sigue de cerca.
—Dame todo lo que traigas —ordena mientras
me amenaza con una navaja que sostiene
contra mi costado.
—No hay necesidad de…
Ha clavado hasta el fondo el cuchillo en mi vientre. Me desmorono en el
piso entre sangre y basura de los intentos fallidos de quienes arrojaban al
contenedor las bolsas de desperdicios orgánicos de sus restaurantes. Veo que mi
atacante tiembla mientras me revisa los bolsillos y toma mi cartera, celular,
reloj. Trato, sin éxito, de detenerle. Cumplido su objetivo se aleja a toda
velocidad. Sube a una motocicleta que le esperaba al final del callejón y los veo
huir mientras la viñeta se empieza a oscurecer. En este momento uno pensaría en
alguien. Yo he pensado en papá. No he ido a verle en más de una década. Se
vuelve oscuro.
Es extraño. Sigo aquí. Veo lo que ocurre conmigo. Me llevan a la morgue
donde me abren como cerdo. “Ha sido un ataque fortuito debido al abuso de las
drogas” dice el expediente. El funeral es pronto y solamente llega un viejo:
papá. No han venido mis hermanos. Al rato llegan unos empresarios hipócritas
que quieren un pedazo de mi empresa. Una mujer viene muy seria y se queda
observando. La reconozco de antes pero ahora se ve mejor, si eso es posible,
cruza los brazos y brilla un poco la argolla su anular izquierdo. Mi cadáver es
puesto tres metros bajo tierra y poco a poco se descompone. Al rato solo soy
polvo.
Un poco de arena cae en la palma
de mi mano derecha. Puedo moverme. Escucho un narrador de deportes. Maggie
sigue frente a mí, está poniendo comida en la barra mientras me desea buen
provecho. Recupero poco a poco el control. Volteó hacia mi derecha y allí está
él. Vistiendo un traje a la medida gris oscuro, camisa blanca y corbata negra.
Los zapatos brillaban casi como la argolla que he visto. Está ahí tomando
Whiskey con hielo. No soy motivo de su atención.
—Disculpa las
molestias —me dice.
—¡¿Qué?!
—Las visiones…
es involuntario —dice sin dirigirme la mirada y tomando un gran trago de su
bebida.
—¿Las has
visto también?
—No hace falta.
—¿Qué pasó?
—¿Te gusta este
escenario?
Estamos en un cuarto lleno de
materia oscura. No veo paredes ni límites.
—No te
preocupes. Sigues en el bar y yo también.
—¿Qué está
pasando?¿Estoy soñando?
—No, no es
un sueño… este por lo menos.
—¿Dónde estamos?
—En mí.
—¿En tu casa?
—En mí.
—No entiendo.
—Por
supuesto que no.
—¿Quién
eres?
—¿Quién
soy? ¡Soy oro, el que lo cura todo, el que nadie en el mundo me posee por
completo y aquel que es relativo! Me llaman Kronos o el señor del tiempo.
—¡Estás
loco! —Intento correr pero no estoy llegando a ningún lado. Me percato entonces
que no estoy sobre nada— ¡Yo!¡Yo estoy loco!
—Ni uno ni
lo otro.
—Somos
incomprensibles tú y yo. Somos infinitos. Somos únicos. Yo soy tan único como
tú y tan incomprensible como tú. No lo tomes mal pero no es mi intención
volverme una epifanía en tu vida. No lo controlo. Simplemente me han roto el
corazón demasiado. En algún espacio existo y en otro no. Vago por mi mente y me
tomo con personas como tú todo el tiempo. Gente que malgasta su pedazo de
existencia y cuando se acercan, o me acerco no lo sé, quieren una oportunidad
más. No lo haré.
—No
entiendo nada.
—Este no
soy yo ¿Ves? Yo sigo tomando un whiskey. Este sólo soy un yo de muchos posibles
—se hacía más y más grande mientras hablaba—. No te mentiré. No soy malo ni
bueno. Sólo soy yo. Y cómo todos, en
algún ser, me he enfocado más de lo habitual hasta provocar olvidarme de todo.
—Te
enamoraste.
—No puedo
hacerlo, no de ella.
— ¿Quién
es ella?
—Ella es
tu infancia, tu color en las mejillas, tu sonrisa sin remedio.
—Suena a
que estás perdido.
—Sin
remedio.
—¿Dónde ha ido?
Empezó a quebrársele la voz y el
cuarto sin límites a mí alrededor se pintaba de grises y nos movíamos como la
luz a través de grandes bolas brillantes.
—Se marchó, se
fue, no volverá.
—¡Todo… debe…
de… tener… un remedio!—gritaba al gigante frente a mí a la vez que intentaba no
caer en alguno de los agujeros que dejaban ver un abismo ruidoso que me causaba
temblar— ¡No ha de ser tan malo!
—Es malísimo.
Se ha dado cuenta de lo obvio.
—¿De qué
hablas?
—No debes
encontrar a alguien… —me vio trastabillar en mi sito—. Lo siento pararé el caos
un poco.
—Gracias —costaba
respirar—.
—Se dio cuenta
que no debes encontrar a alguien sino encontrarte en alguien y ella no se ha
encontrado en mí.
—Eso no… lo
siento debo recuperar el aliento… tiene… sentido…
—Nunca lo
tendría para ustedes.
—Se trata que
en eso no hay reglas. Si te enamoras, no importa nada.
—No está en
mí.
—Corre
entonces. Búscala.
—Si corro más
tras ella tal vez se muera para siempre.
—Tú que has
estado aquí siempre ¿Qué opinas? ¿Vale la pena existir sin ella sabiendo que
son ambos, en el fondo, infelices para después al final arrepentirte por todo?
—¿Y si
morimos?
—Moriremos
todos ¿Cuál es su nombre?
—No puedo
decirle aún. Es pronto. Es cómo yo en cierto modo. Llena de matices. Tan
extraño y loco que se le han dedicado más cosas que a mí. Le buscan más que a
mí. Solo pocos le han encontrado, conmigo, después se marchan.
—¿Dichosos?
—Como ninguno,
cada uno en su propio modo.
—En algún tiempo le encontrarás.
—¿En mí?
—En ti o fuera
de ti. Porque si algo no te necesita, es ella.
—¿Amor?
—Amor —le dije al hombre de traje que ahora estaba
tan solo un poco más alto que yo.
Sin darme cuenta estoy con mi mano sobre la espalda de un hombre.
Bebiendo en el bar. Maggie me sirve otra cerveza. El hombre sonríe.
—Eso fue
excelente. Un humano sin esperanza me da esperanza. El mismo que sabe que al
salir sin importar qué terminará en la morgue —me dice esbozando una sonrisa.
—Sobre eso,
¿Hay algún modo?
—Amigo, no lo
creo. Pero te olvidarán conmigo. Creo que aun tienes un par de minutos para
reflexionar en ti. La siguiente la pago yo y, te recomiendo, pidas algo más
fuerte.
Le hice señas a
Maggie. Dos Whiskeys.
—Si esto es
todo quisi…
—Lo es.
—Quisiera
saber tu nombre.
—¿Antes o
después? Soy Kairós y Cronos. Malgastado y aprovechado pero nunca al máximo.
—Si muero
después quiero irme sabiendo que existe.
Estaba bebiendo del vaso. Atropelló el sorgo para abrir la boca.
—¿Qué cosa? —me
preguntó
—La esperanza,
el amor.
—Ella es ambas
—sonrió inevitable, miró su vaso y bebió un poco más.
—Fue una buena
charla —Bebo mi trago hasta el fondo y camino hacia la salida para encarar lo
inevitable.
—¡Gracias! —dice
sin mirarme desde la barra.
—Un placer.
—¿Quieres un
consejo? —interrumpe mi caminata y me detengo para escucharle—
Pide un taxi. Te veo luego... tal vez.
Me marcharé seguro que con él le encontraré.
No debe a encontrar a alguien sin encontrarte en ti. Lo que quieres enconcontar en alguien lo debes ver reflejado en ti.
ResponderBorrar¡Buena frase! Sigue leyendo.
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