La flor marchita.

Tenía una flor que me regaló ella. Me gustaba porque era roja como un labial que ella usaba cuando vestía de negro. También vi sus pétalos caer. Duró tan solo unos días.Sufrió un maltrato y descuido de parte de quien la haya tenido en el pasado. Finalmente, los pétalos restantes empezaron a enrollarse hacia adentro, quizá como protección de su entorno o quizás como una condenada que ha aceptado que su destino no es otro que morir. El color de sus fibrecillas empezó a menguar y a tornarse oscuro hasta ennegrecerse para llegar a ser la negra flor. Me di cuenta entonces que esa florecita que fue tan linda en aquel tiempo, seguía siendo ella, solo que después de una vida maltrecha.

Tomé la negra flor entre mis dedos y sonreí. Por lo que representaba ese trocito de naturaleza muerta, era una doncella con la vida a cuestas que luchaba por ser hermosa a pesar de las adversidades. No sabía que el hecho de existir en este mundo y vestirse de escarlata con adornos, era suficiente. No merece el hombre la belleza que no espera nada de nadie. La esencia de esta flor es más noble que cualquier otro zoquete sin propósito. Ella tenía un propósito y cumplió con él. Ahora, las circunstancias se han encargado de llevarle a este punto, pero alguien debe recordarle que sigue siendo hermosa. Porque aun en la adversidad hay belleza.

Cuando ves con el corazón una flor marchita, sabes que un día fue hermosa. Lo bueno de las personas, sin embargo,  es que una vez marchitas pueden volver a florecer.