Sin esquemas
Me rendí. Dejé de intentar siquiera describirte. ¿Por qué? Porque soy de conceptos, de listas, de entender. Quiero saber que puedo decir cuál será el siguiente paso, pero no, contigo eso no funcionó. No me malinterpretes, no intenté limitarte a lo que mi cerebro podía pensar, pero me gustaba pensar qué tenía una idea. Quería adivinar cuál era el campo dónde te gustaba jugar, pero entonces me decías "¿para qué el campo cuando tengo las nubes?"
Que rompes mis esquemas es una atenuación. Sería más exacto decir que cuando espero una roca tu me traes una estrella, que cuando quiero ser fuerte, me abrazas y me dices que está bien, que cuando he querido morir, me has hecho vivir. Sí, me sorprendes porque eres más de lo que mi cerebro procesa. Me has hecho ver que a veces yo también soy más de lo que puedo entender.
Y si algo amo, es la libertad de la ambigüedad. Saber que no podría encerrarte con unas cuantas letras formando una palabra plana (ni llana ni esdrújula para ese caso). Para llegarte cerca de una definición incompleta habría que inventarse un lenguaje con gramática, sintaxis, prosa, semántica, ortografía, tomando de la etimología las mejores raíces de lo divino y lo mundano y que todas las palabras juntas signifiquen lo mismo: tú.
Pero (hay un pero), si gasto tiempo tratando de comprenderte en tu totalidad me pierdo de amarte sorpresa a sorpresa y, si me preguntas, no quiero perderme nada de ti, mejor en ti. Borrando conceptos, destruyendo esquemas, rompiendo arquetipos y aprendiéndote nueva y fascinante. Experimentarte como un niño descubre el mundo, saboreando, sintiendo, oliendo, escuchando, viendo, amando.
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