La Nueva Villa de Liliana.
Le resultaba extraño
que se le hiciera tan familiar el rostro del cadáver. A este tiempo ya no le
gustaban sus corazonadas. Así que intentó investigar más allá. Dejo la morgue
para ir con un viejo amigo de la oficina.
—JB, ¿puedes ayudarme
en algo?
—Seguro —se quitó la
diadema—, dime.
—Es algo… personal,
extraoficial —dijo.
—Entonces será mejor
que cierres la puerta.
Mientras cerraba la
puerta, JB le acercaba una silla.
Después de explicarle
la situación el hombre de la silla empezó a moverse. Encontró un par de
resultados pero los cerraba y volvía a empezar y de nuevo una pantalla arrojaba
un resultado que sólo lo comprendía él. A pesar de querer enterarse por su
cuenta simplemente no podía entenderle. JB seguía repitiendo una palabra “Bizarro”.
En la habitación resonaba el tecleo del ordenador entre pausas para escucharle
quejarse por el resultado.
—¿Qué pasa?
—No hay un record del
hombre —dijo.
—¿Es normal?
—Para serte sincero es
la primera vez que lo veo.
—Bueno, olvídalo. Es
tarde. Deberías irte a casa.
—Lo mismo digo.
Él sólo quería darle un
vistazo al trabajo de mañana y lo único que consiguió es tener un sentimiento
de familiaridad extraña que le ponía la carne de gallina.
Al despedirse, ambos
volvieron a sus cosas. JB a su ordenador y él a la morgue. Las luces de sus
áreas se fueron apagando una a una hasta que solamente quedaron dos. El teclear
ahora hacía más eco por el pasillo. Mientras que el otro reciba poco a poco sus
carpetas de trabajo. Alzaba la mirada por ratos para ver la bolsa sobre la
camilla. La había dejado fuera. Se puso de pie. Revisó el pasillo. JB seguía
escribiendo. Trago saliva y se acercó a la bolsa. Descubrió el cadáver para
verlo allí. No estaba tan palido ni tan helado. Buscaba en su memoria algún
dato sobre él.
Seguro fue
algo de aquel caso — se musitaba— Vi a tantos rostros enfadados por la decisión
del Juez.Ahora llega esta mujer y después este hombre. Quizá estoy paranoico.
¿Verdad? Hice lo correcto. No mentí, dije lo que salió en los resultados. De otro modo hubieran inculpado al hombre por
evidencias que no existían. No importa que el haya sido el asesino… no había
pruebas. Hice lo correcto… hice lo correcto… ¿Cierto?
Regresó a su escritorio
y abrió un cajón del fondo. Sacó un bonche de carpetas amarillas con las
orillas maltratadas y más abultadas de lo que debían. Los puso encima y tomó el
primero. Debía ser la ocasión número dos mil que iba tras esos recortes e
informes. Una niña de cuatro había sido encontrada muerta en la orilla del río
el informe del forense decía que había sido abusada. El principal sospechoso era un vecino. La
familia junto con el estado empezaron a procurar encerrarlo en prisión de por
vida por eso. El siguiente recorte de periódico hablaba de la reacción de la
ciudad ante el caso. Todos estaban indignados y
querían justicia. También había
un reporte de evidencia encontrada en la escena del crimen. Había un juguete
que se asumía el agresor había utilizado como cebo para calmar o atraer a la
niña. El juicio había comenzado y como detallaba el siguiente recorte, era muy
doloroso para toda la familia si quiera estar presente.
Sus ojos se abrieron
como platos, la boca entreabierta inevitable mientras un temblor se apoderó de
su ojo izquierdo. Quizá con un par de kilos más el hombre retratado allí en el estrado
era el mismo que tenía en su mesa. Era el detective del caso.
Corrió a la oficina de
JB para encontrar que se había ido. Estaba próximo a amanecer. Se le había ido
el tiempo pensando y recordando. Algo apestaba más que el jurado que yacía en
la mesa inoxidable. Aún tenía tiempo para empezar a revisarle.
Unos guantes de látex.
Jaló una mesita de herramienta a su costado. Se cambió los lentes por unos con
más aumento por aquello de la edad. El hombre no había ido al laboratorio
forense común sino aquí. Había una razón horrible para eso. Sintió la gravedad
calarle en la espalda, se apoyaba en sus pies tambaleantes para no caer hasta
que tropezó y cayó sentado en su silla. El hombre había muerto de asfixia por
envenenamiento. Era la tercera vez que trataba con asesinato. Buscó los nombres
de las víctimas anteriores. De nuevo a los recortes.
Hacía ocho años que
sabía que la mujer que había muerto con una sonrisa de oreja a oreja hecha por
una navaja de cacería utilizada por un hombre fuerte era la que fuese abogada
de aquel vagabundo. Y el anciano había muerto ahogado en una piscina de un
motel abandonado hacia más de diez. Tuvo un escalofrío. El hombre también
estaba en la fotografía también.
Nunca había estado
presente y sin embargo miraba con claridad al jurado dando el veredicto. A los
padres llorando cuando lo decían y el vagabundo sonriendo y asintiendo con la
cabeza. Él estaba ausente en la escena pero vio algo un pequeño entre la
audiencia callado con lágrimas rodando por sus mejillitas. Los noticieros solo
repetían el mismo segmento. Entonces le era imposible ver los rostros de todos.
¿Qué hay de extraño? ¿Por qué siento que aquí alguien me observa fijamente?
— ¡HEY!
Sintió un golpecito en
el brazo
— ¡Hey, Dormilón! —JB
le pasaba la mano frente a su cara— Despierta, tengo noticias.
— ¿Qué… ¿Qué hora es?
—Casi medio día, te
has quedado dormido y bien ¿eh?
—Supongo tuve una
pesadilla.
—A tu edad me
sorprende que aún sueñes —se dirigió a la puerta— anda sígueme.
Con dificultad se puso
de pie y comenzó a seguirle el paso, o lo intentó.
—Has tenido suerte que
nadie te ha encontrado durmiendo allí. Pero ¿Quién quiere visitar la morgue,
cierto?
—Ajá. Esa vibra no es
para todos.
—Ya lo creo ¿Cuánto llevas
allí? Ya te veo más…
—¿Rudo?
—Cadavérico, un vejestorio,
deplorable, macabro.
—Calla. —dijo dándole un
revés en el hombro— Respétame.
Entraron a la oficina
de JB.
—El hombre que llegó
ayer es…
—El detective del caso
de Liliana Villanueva.
—¡No es cierto! ¿En
serio? Yo te iba a decir que es un fantasma. No he encontrado nada de él.
—Es el tercero que nos
cae aquí asesinado ¿Qué opinas? ¿Coincidencia?
—Debes estar nervioso,
es decir, algo por lo menos. Tres de los que tuvieron que ver en que el loco
del Río quedara libre han muerto.
—Así lo llamaron ¿No? Estoy
intrigado. Yo examiné el cuerpo en mi segundo semestre aquí. JB, tu sabes que
si hubiese habido pruebas lo hubiera dicho pero no.
—Lo sé.
Se fue un poco más
encorvado de lo que llegó. Siguió investigando por las tardes del caso pero
poco a poco fue perdiendo la sensación de inseguridad al hacerlo. Hasta que
solo revisaba un par de veces al mes. Después a la semana y con el tiempo lo
olvidó por casi un año. Después la rutina lo enfrascó hasta que pasaron otros
tres años.
Su hijo estaba por
entrar a la universidad. Así que le llamó. Después de concluir una video
llamada con él, que vivía con su madre encendió el televisor.
Estaba en todos lados.
Los padres Villanueva habían muerto en un accidente de auto. Al parecer
perdieron el control de su coche y se fueron por un desfiladero. Entre su piel
y sus huesos le recorrió junto con su sangre desde el pecho hasta sus
extremidades una corriente fría que se repetía con las pulsaciones de su
corazón.
Al día siguiente sacó
los folders maltratados, más abultados que antes casi asemejando un taco entre
lo amarillento de las carpetas y lo verdoso de los reportes, recortes, notas y
otras cosas que se habían ido añadiendo. Se sumergió en ellos.
El recorte datado del 1
de marzo de 1996 decía que la ubicación del ‘loco del río’, quien hacía cuatro
años había sido declarado inocente de la violación y asesinato de Liliana
Villanueva, era desconocida. Se presumía que estaba muerto aunque no se tenían
pruebas.
Otra nota de evidencia
era la carta de defunción del Juez datada el 25 de marzo del 2000 y se asumía
que llevaba más de veinte días de fallecido cuando lo encontraron flotando en
la piscina de un motel abandonado.
Otro más del 2004 de
la abogada defensora que representó al acusado quien fue asesinada cortándole la
cara por la mitad semejando una sonrisa.
En el 2008 el investigador que
llevó el caso murió en la casa de retiro donde se encontraba a causa de falta
de oxígeno. Fue su último caso y lo perdió.
En el 2012 sus padres
morían en un accidente. A veinte años del suceso, el caso de Liliana estaba de nuevo en primera
plana y en todos los televisores. Duró así por un mes. La ansiedad volvió.
Se hizo más frecuente
que pasara la noche en la oficina y aunque extrañaba la morgue de vez en cuando,
le agradaba tener un trabajo donde se relacionara más con los vivos. Ahora JB
era su jefe y seguían siendo buenos amigos. Él estaba seguro que tuvo que ver
en gran parte a que lo transfirieran. Trabajaba feliz con él, por eso le abrigó
la nostalgia después que se fueron todos de la reunión que le hicieron para
despedirlo cuando se retiró.
Se encontraba a un
rincón de la multitud y JB lo notó.
— ¿Cómo te sientes?
— Bien, solo que es toda
una vida.
— Ya lo creo —le dio un
trago a su bebida.
— Tú te vas a casa y
tienes un hogar. Yo me voy y llegó conmigo y nadie más.
— Ahora podrás a visitar
a Jonathan en su casa ¿Ya se graduó?
— En eso anda.
— Oye y… ¿Qué sucedió
con aquel asunto?
— No lo sé. Ahora no he
pensado en eso. Es todo un embrollo. La vida es suficientemente amarga para
echarle más sal ¿No crees?
— Beberé por eso —dijo empinándose
su vaso rojo con ponche.
— Es horrible lo que le
sucedió a esa familia. Imagínate una hija asesinada y un hijo desaparecido. Y
un año tras otro les sucedió para después venir a morir en un accidente por el
que fueron identificados solamente por las placas de su coche y la ropa que
llevaban.
— ¡Lo olvidé! Un amigo
que trabajó en ese caso me dijo que el automóvil de los padres al parecer fue
alterado.
— O sea que ¿no fue
accidente?
— Al parecer no.
A partir de ahí su
mente se ocupó en eso. JB seguí moviendo los labios y el asintiendo pero ya no
había una comunicación real entre ellos. Estaba absorto en todo el caso. Casi
veinticinco años de asesinatos aquí y allá. Le urgía llegar a su casa. Tan
pronto como JB se disculpó para usar el excusado el corrió a su estudio en
casa.
En su ordenador portátil
los archivos estaban escaneados. Se las arregló para conseguirlo a pesar de las
reglas de la agencia. Los recortes, los expedientes, las notas, los reportes.
Todo tenía un hilo que los unía que estaba bastante claro.
Liliana Villanueva fue
encontrada muerta unos diez días después de su muerte en el río un nueve de
marzo, lo que situaba la muerte el 29 de febrero de 1992. A los dos años del escándalo que conllevó todo
aquello el hijo mayor de los Villanueva había desaparecido cuando fue a esquiar
con unos amigos. En el 96 el loco del río había desaparecido. Los rumores
decían haberlo visto por las calles hasta el jueves 29 de febrero. Cuatro años
después el juez moría ahogado en un motel abandonado. Más o menos a finales de
febrero murió. En el 2004 la abogada defensora era brutalmente asesinada. En el
2008, un 29 de febrero el detective que perdió el caso murió en una casa de
retiro y en el 2012 sus padres murieron por un accidente provocado, ahora lo
sabía, yéndose por un desfiladero.
Una notificación salto
en la esquina inferior derecha de su pantalla. “Hola Forense” y bajo el título
del correo emergente la fecha 29 de febrero del 2016.
Con el corazón saltándole
del pecho y una gota fría por su frente dio clic en el vínculo que lo dirigió a
un blog. Un blog que se llamaba La nueva Villa de Liliana, donde documentaban
todo lo que tenía que ver con el caso de la infante. Casi todo lo tenía también
él en su archivo personal excepto un escrito, el más reciente. Sin identificar
el mouse con su mano temblorosa arrastró el apuntador al hipervínculo y
presionó.
En la habitación la
luz del ordenador le alumbraba el rostro tenuemente. Era la única luz que tenía
encendida. Y se oscureció todo, con un efecto animado se presentó el escrito en
su pantalla.
“Hola forense. No
dejes de leer. Anda ponte tus audífonos. Sé que los guardas en el primer cajón
a tu derecha. Presiona el botón de play
encima del escrito. Obedece”.
Él lo hizo sin
parpadear. Peer
Gynt Suite No. 1, Op. 46. In the hall of the mountain King empezó a sonar. Seguida de Dracula de Wojciech Kilar.
Otro escrito apareció
en pantalla:
“Lili Villanueva nació
y murió en un milagro. Dos días 29 de febrero la vieron nacer y morir. Es
cierto que en el acta dicen que nació el primero pero yo sé la verdad. Ella
vivió para embellecer el mundo, para dar esperanza a la porquería de sistema en
el que estamos. Ella vivió. Ella murió para descubrir a los monstruos que no
merecen una segunda oportunidad aquí.
En su verdadero
aniversario póstumo he visitado a un monstruo del cuento de hadas que le
atormenta a Liliana. Un gusano que nadie extrañó en el bosque fue aplastado
primero, un lobo aulló por última vez al sumergirse en el agua, la zorra murió
por reírse tanto, y un búho simplemente dejó de respirar, no era tan sabio
supongo. Después dos ardillas quisieron volar para enterarse de que no son
capaces de eso. Y ahora un cerdo lee
esto mientras le observo desde la oscuridad de la habitación. No se mueva señor
Cerdo. Quedará tan mal que ni usted se podría reconocer. Sonría para ver a
Liliana”.
Estaba inmóvil frente
al ordenador a pesar de querer salir corriendo por su vida. En la penumbra una
silueta se volvió visible. Lo observaba con el rabillo del ojo mientras detectó
el filo de una navaja por el brillo de la misma. Sintió un pinchazo en el costado y después frío. Miraba
entre borrones una sombra que llorando le arrastró por las
escaleras hasta su sala donde tenía plástico por todo el suelo. El intentaba
pegarle y huir pero su cuerpo no le respondía. Sólo entre quejidos gemía
diciendo que no le dañara.
Su cabeza chocó contra
un bote de plástico. El hombre le tomó la mano y la sumergió dentro del bote.
Sintió calor en su mano después un ardor y gritó sacando la mano. Podía sentir la piel desprenderse de sus dedos y los huesos cayendo de poco. Después la mano cayó al suelo. Tomó un poco de fuerzas
para querer huir pero el le clavó el puñal en el otro costado. De nuevo le pinchó el costado y otra vez más hasta que ya no emitía ningún vocablo reconocible más que quejidos. Lo levantó y lo paró
dentro del bote.
Se vieron. La sombra estaba temblando y tapándose la nariz con su derecha mientras con la izquierda
sostenía el puñal. Lo vio fijamente para descubrir a aquel niño llorando entre la audiencia con los años encima y los excesos también. Se consumía poco a poco y se iba haciendo pequeño en el interior del bote. Entre sombras escucho cuando le dijo:
—Salude a Liliana... de mi parte. Dígale
que siempre le cuidaré. Que sí fui a las nevadas como le prometí y que sigo amándola
—su voz se desgarraba al pronunciar las últimas palabras.
Entonces todo se
volvió blanco.
Sonó la alarma anunciando un nuevo día. Entonces una entrada nueva apareció en el blog.
Sonó la alarma anunciando un nuevo día. Entonces una entrada nueva apareció en el blog.
Great! Did you write all of this? ^^~
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