A la Luna: III. Querido Juan
Juan era la suma de sus amistades. Y desde que Victoria había partido, a nadie parecía importarle mucho si él era feliz con lo que estaba haciendo de su vida. Sin embargo, ella se aseguraba de recordarle que tenía la opción de seguir adelante con sus planes. Juan no podía ignorar las últimas cartas que había recibido de Victoria. En todas sin falta le preguntaba por aquel cohete que él le había platicado que era necesario para subir más allá de la noche y poder cazar al conejo. "¿Cómo van los planos? ¿Has conseguido los materiales? Mándame una foto o un dibujo de algún progreso". Victoria era insistente y Juan no tenía una respuesta. Lo cierto era que no tenía nada que responder. Nunca había sido alguien inmediato, era más de una buena siesta y de vivir lento, las veces que tenía inspiración para hacer las cosas, la utilizaba para empezar un nuevo proyecto y abandonar a medias el plan anterior.
Victoria entonces le escribió un ultimátum:
"Querido Juan:
No he sabido nada de ti ni de tus sueños. ¿Es que ha pasado algo malo? Sé por amistades que sigues en la universidad, pero por alguna razón no me has escrito desde que lo prometiste. Creo que no vale la pena luchar por un sueño que no quiere ser defendido. Si no sé nada de ti en los próximos meses, lo asumiré como una señal de que algo está mal entre nosotros y seguiré con mi vida. Si ese fuese el escenario, esta será mi última carta.
Con amor,
Victoria.
Con amor,
Victoria.
PD: Si es problema del servicio postal de tu ciudad me enfadaré mucho, pero lo entenderé. Si no lo es y decides escribirme, me alegrarás la temporada".
Juan subió a la azotea con la carta en la mano. Le echó un vistazo más después de casi aprendérsela de memoria. Miraba a la luna sentía que se mofaba de su cobardía.
—¿Cuál es la gracia? —decía Juan a la sonriente noche. El cuarto menguante (o creciente) junto con júpiter y venus orbitando justo por encima de ella, formaban una cara burlesca viéndole directo. —No puedo responderle porque no he hecho nada de lo que había dicho que iba a hacer. ¡Ni cazar el conejo, ni el cohete, ni siquiera he cumplido con escribirle!
La noche solo repetía lo que Juan decía.
—Ahora —continua Juan— es más difícil empezar porque me he tardado tanto.
—tardado tanto —repetía el eco.
—Y no sabría qué decirte.
—¿Qué decirte? —preguntaba el eco.
—¿Eh? —replicaba Juan— , el eco suena raro hoy.
—Tú suenas raro —dijo el Eco saliendo de la oscuridad. Juan daba un brinco del susto, pero calmado al ver al enorme viejo—, yo no hago más que repetirte lo que dices.
—¡¿Quién...? —tensaba los hombros y sus pies estaban listos para correr o saltar—, ¿quién es usted?!
—¿Quién soy yo? —el viejo estaba parado ahí mientras buscaba respuestas en el horizonte— ¿Quién soy yo?
—¡Basta de bromas, señor...!
—¿Señor?
—Ah, ya entiendo... claro... solo repite lo que digo, ¿no? Pues el Eco no cambia el tono de las frases, las repite llanas, ¡tal cual las dijo la persona!
—Pues hace mucho me cansé de repetir lo mismo.
—¡AAAHHHH! —Juan levantaba los puños como si quisiese intimidar a alguien.
—¡Ja! —decía con una voz áspera.
El Eco se acercó a la orilla e inclinó la cabeza a la luna. Se quedó allí. Se movía de manera precisa, pero no rígida. Juan caminaba dubitativo, pero convenciéndose que el viejo no presentaba amenaza. El miedoso se situó de manera perpendicular al hombre, apuntándole con su puño y mostrando los dientes. Pasaron los segundos y la sonrisa del viejo al ver la luna obligaron a Juan a descansar sus brazos. La boca del joven también volvió a cerrarse cuando la sorpresa había sido desplazada por la intriga. Entonces la curiosidad del uno, arrastró al otro y ambos fijaron la vista a la luna.
—¡Qué suerte tiene ese conejucho!
—¡¿Conoce al conejo de la Luna?!
—¿Conocerlo? ¡Je! —espetaba el Eco— Nunca había envidiado tanto a alguien como a ese pobre diablillo.
Al ver en la distancia al conejo dando saltos, cruzando la enorme Luna, justo por la ventana entre las nubes, Juan perdió noción de sus cejas estirándose para tocar su cabello y la boca hundiéndose en el piso. El viejo se percató de la gran sorpresa del muchacho.
—¿Qué pasa contigo y el gazapo? —preguntó el Eco refiriéndose al conejo.
—¿Yo? Yo quiero cazarlo.
—¿Está comprometido?
—No, no con S —intentó corregir Juan.
—¿Entonces con quién?
—No, me refería a que YO —hacía inflexiones para enfatizar lo que creía eran las palabras clave— quiero CAZARLO, pero con Z.
—¿Zeta?
—No me está entendiendo.
—Claro que lo capto. —levantaba las cejas y pelaba los ojos— ¿El gazapo dejará a la Luna por Zeta? ¿Y ella por qué querría dejar ir al conejito?
—¡La letra!
—¡Debe escribir horrible! —pasaba su mano por la barba blanca.
—¡NO, NO! —Juan movía las manos por los aires para agrupar las ideas— Quiero cazarlo, como atraparlo, diferente a casarlo como en matrimonio.
—Ya decía yo que Zeta era mucha pareja para semejante rumiante.
—No sé quien es Zeta. —continuaba Juan— pero sé que ese conejo será atrapado por este muchachón de aquí —decía apuntándose con el pulgar y sonriendo derrochando confianza.
—Pues, según escuché y repetí, si me permites decirlo a mí, no te va muy bien con esa enmienda, ¿cierto, jovencito? —Juan borraba el optimismo de su rostro—. Un cazador de conejos lunares que no puede ir a la Luna. Eso sí es algo que no ves muy a menudo. ¿Quieres hablar de eso?
—Con el debido respeto, señor, ¿a usted qué le interesa?
Ahora el Eco sonreía orgulloso y confiado, como quien sabe la verdad y puede ver a un mal mentiroso a los ojos y saber que no podrán engañarlo.
—Bueno, niño, te diré porqué. Yo he estado aquí desde mucho antes que tu subieras acá y estaré mucho después de que te bajes. He visto ir y venir gentes e historias y siempre debo hacer lo mismo: repetirlas. Ahora, quizá tu creas que mi propósito solo es duplicar el sonido en peñascos, montañas, azoteas, cuartos vacíos y cualquier otra cosa donde la sonoridad del espacio sea la adecuada, pero el negocio va más allá. Aquello que trasciende, yo lo duplico por las generaciones que vengan. Si alguien hace algo muy malo o muy bueno, me encargo de reiterarlo con el paso del tiempo y quienes me escuchan juzgan la historia. ¡Yo —gritó el hombre envolviéndose en un estruendo que aumentaba el brillo de su barba y de sus ojos— soy el Eco, a través del espacio y todas las generaciones! —dijo el hombre y se repitió un millón de veces.
Juan cayó sobre su trasero por la sorpresa, se apoyaba con sus brazos reclinando su espalda.
—Pero ponte de pie, muchacho —lo ayudó a levantarse—, tú me hiciste sacar la artillería pesada, normalmente esta presentación es para las fiestas familiares y las juntas del consejo. Para resumirlo, sí que me importa lo que hagas ahora.
Juan se quedó unos minutos en silencio. El viejo lo miraba mientras movía las cejas.
—Creo que...—decía Juan—, creo que no sé si deba seguir con ese proyecto.
—Yo puedo ayudarte a resolver este asunto. Contéstame: ¿Por qué quieres abandonarla ahora? ¿Se trata de que la dificultad es mayor de la que creías? ¿O es que has perdido la motivación?
—¡Vaya! Esa es una buena pregunta. No hay duda que es más complicado de lo que creía, pero la motivación la he tenido desde la primera vez que vi la luna y supe que tenía un conejo saltarín. Pero últimamente, no lo sé. Algo cambió. Empecé a hacerlo de nuevo porque conocí a alguien, pero creo que ese no debería ser el motivo.
—¿Y la recompensa? ¿Vale la pena el esfuerzo?
—No estoy seguro. Siempre había querido visitar la Luna y ser el mejor cazador de conejos lunares de la historia, pero ahora que he podido divisar al conejo tan libre no sé si quiero hacerlo.
—Cuando algo vale la pena, entonces hay que replantearse todo y esforzarse aunque cueste, después de todo por algo es esfuerzo. —echó un vistazo a la Luna— Pues no sé si esto valga la pena, pero te diré qué. Si logras separar a ese conejo de la Luna, yo me encargaré de que sepa por las generaciones que tú lo hiciste.
—Bueno —reanudó Juan—, dijo que conocía al conejo y a la Luna. Así que usted puede...
¡TRUUUUUM! ¡Un estruendo partió la noche!
—¡¿QUÉ FUE ESO?!
—Esa, niño, es Zeta —dijo el Eco sin bajar la vista.
En el cielo un rayo de luz partía la noche, una franja de día a horas del crepúsculo.
—¿Ze.. Zeta es real?
—¡Pues claro que es real! La gente común la conoce como el sol, pero es una ella y se llama Zeta. Ella y el Gazapo quedaron flechados cuando se vieron por primera vez, pero siempre que él quería saltar cerca de ella, su calor lo lastimaba. Así que el entendió que no podrían estar juntos. Pasaron los milenios y el conejo siguió adelante con la ayuda de Luna. Como era de esperarse, se enamoraron y su historia es aún más hermosa que la que tenía con Zeta. Aunque Luna se empeña en no dejarse ver por el sol, hay días en los que coinciden y Zeta brilla tanto hasta difuminar la luz de Luna y así evitar ver al conejo feliz con alguien que no sea ella.
—¡¿Qué...carambas?! ¿El conejo y la luna están juntos?
—Pero no por mucho según me cuentas, niño. Tú lo cazarás y no lo tendrá nadie, más que tú.
—Me llamo Juan, por cierto.
—Lo sé, niño. Tú madre lo ha gritado muchas veces y yo lo he repetido implacablemente. —el Eco se volvió hacia arriba— Tengo que irme, muchacho, hay que ver con el consejo si habrá que aplicarle un eclipse sancionatorio a Zeta por ese rayo que a lanzado tan a destiempo.
El Eco se empezaba a difuminar.
—Ya quiero ver qué harás y lo repetiré, Juan. Siempre lo haré.
Juan entonces abrió la mano donde había sostenido la carta de Victoria y encontró que solo tenía un pedazo de la carta. Buscó a su alrededor y no encontró el resto de la hoja. Miró en el cielo algo que volaba, creía que era la carta, pero esto caía con fuerza desde detrás de los nubarrones, por dónde se divisaba la luna, hacia la superficie. Entre el desplome del objeto logró identificar dos largas orejas blancas que papaloteaban hasta perderse cerca de las montañas dónde vivían los gigantes azules.
Ya esperaba poder leer la 3 parte muchas gracias, te salió excelente....
ResponderBorrarLa espera valió la pena y cada segundo invertido en la lectura de esta tercera parte también.
ResponderBorrarLa conversación entre el eco y Juan fue divertida. Aquí están pasando muchas cosas y me ilusiona pensar que pueda haber una 4 parte.