Elogio a la ambigüedad
Tenemos una obsesión por definir las cosas, en algunos casos es sano y necesario, pero en otros la ambigüedad le da un toque de belleza discreta a lo indefinido. Lo que escapa al conocimiento del hombre siempre ha de causar sorpresa. Ya lo decía Lovecraft que el miedo más antiguo es aquel que se tiene a lo desconocido. Y de ahí que nuestro cerebro se empeñe en querer conocer lo más que pueda, para minimizar riesgos.
Lo diferente, lo bizarro (en el sentido moderno del término), lo feo incluso, es hermoso porque nos envía en el tiempo a ser de nuevo los mocosos curiosos con la pizca suficiente de miedo y la dosis adecuada de inquisición; un pie delante del otro para darle vida a una nueva definición y matar lo desconocido. Pero aquí está mi propuesta, querido lector, lo que yo propongo es no descubrirlo (o no del todo), sino vivir a gusto sabiendo que hay cosas que no sabemos. Salvo en ciertos casos, como en lo emocional donde la ambigüedad por lo general se traduce en problemas, siento que si no es vital analizarlo y definirlo, no tenemos la obligación de hacerlo.
Lo cierto es que la constante búsqueda de la definición de conceptos, momentos o periodos limita la libertad intrínseca que tiene lo borroso, lo no rígido. La belleza de una adivinanza no está solo en la respuesta sino en la estructura del acertijo, en ese jugueteo entre las imágenes y palabras. Y sucede lo mismo que con las ilusiones, que una vez develado el truco, este pierde su gracia hasta un punto. Pero lo ambiguo, ¡oh, lo ambiguo!, eso nos mantiene enganchados sintiendo tanto sin saber por qué. Y en esas ocasiones hay que saborearlo, porque como humanos tendremos que encerrarlo en las paredes aletradas de una entrada de diccionario.
Lo diferente, lo bizarro (en el sentido moderno del término), lo feo incluso, es hermoso porque nos envía en el tiempo a ser de nuevo los mocosos curiosos con la pizca suficiente de miedo y la dosis adecuada de inquisición; un pie delante del otro para darle vida a una nueva definición y matar lo desconocido. Pero aquí está mi propuesta, querido lector, lo que yo propongo es no descubrirlo (o no del todo), sino vivir a gusto sabiendo que hay cosas que no sabemos. Salvo en ciertos casos, como en lo emocional donde la ambigüedad por lo general se traduce en problemas, siento que si no es vital analizarlo y definirlo, no tenemos la obligación de hacerlo.
Lo cierto es que la constante búsqueda de la definición de conceptos, momentos o periodos limita la libertad intrínseca que tiene lo borroso, lo no rígido. La belleza de una adivinanza no está solo en la respuesta sino en la estructura del acertijo, en ese jugueteo entre las imágenes y palabras. Y sucede lo mismo que con las ilusiones, que una vez develado el truco, este pierde su gracia hasta un punto. Pero lo ambiguo, ¡oh, lo ambiguo!, eso nos mantiene enganchados sintiendo tanto sin saber por qué. Y en esas ocasiones hay que saborearlo, porque como humanos tendremos que encerrarlo en las paredes aletradas de una entrada de diccionario.
La palabra ambigüedad está compuesta por las partículas latinas amb, es decir por ambos lados y agere o mover. En otras palabras nos da opciones. Si quieres puede ser esto y si no quieres, pues lo otro. ¿Y a quién no le gusta tener opciones?
Hay una naturaleza liquida en lo ambiguo que hace hermoso el no enfocarse tanto en querer condensar las sensaciones, experiencias, instantes, situaciones y cualquier otra cosa que nos hayamos atrevido a encapsular en la frialdad de un concepto. La calidez de una nube de significado no delineado evaporándose por el espacio vacío sin detenerse a interrogaciones. Flota la ambigüedad hasta que la atrapemos, pero acá entre nos, ojalá se nos escape.
Hay una naturaleza liquida en lo ambiguo que hace hermoso el no enfocarse tanto en querer condensar las sensaciones, experiencias, instantes, situaciones y cualquier otra cosa que nos hayamos atrevido a encapsular en la frialdad de un concepto. La calidez de una nube de significado no delineado evaporándose por el espacio vacío sin detenerse a interrogaciones. Flota la ambigüedad hasta que la atrapemos, pero acá entre nos, ojalá se nos escape.
La ambigüedad debe estar sorrojada con semejante elogio. Es justo admitir que lo ambiguo tiene su encanto.
ResponderBorrarGracias por compartir, Saludos.
Mínimo, un servidor se ha sonrojado. Gracias por leerme.
BorrarMe llamó la atención el título, ya que hoy por hoy lo ambiguo no es precisamente valorado o popular y pensé que me gustaría, no me imaginé que tanto.
ResponderBorrarGracias por compartirlo.
Gracias por comentar y por leerme. Por cierto, tu nombre es muy original, ¿qué significa? Saludos.
BorrarGracias, aunque sinceramente no requirió mucha creatividad de mi parte, significa rocío en una de las variantes Náhuatl que hay.
BorrarIgualmente un saludo.