Setecientos treinta y un días.
Ha pasado un tiempo desde que nos encontramos con todo
propósito en aquel lugar. Y me tomé la libertad de guardar estos renglones
porque seguiremos juntos cuando hayas terminado de leer. Quizá en caminos
diferentes, pero juntos. Me gusta, en ciertas tardes, recordar algunas
sensaciones y pensamientos que acompañaban a un joven estúpidamente enamorado.
Los guardé para cuando no hallara musa. Tener la facilidad (si se te hace fácil
desangrar el corazón) de ir a ese baúl y encontrar esos fragmentos de un
corazón oxidado. Tomar esos pedazos rotos entre mis manos y encontrar la dicha
de escribir un poco sobre ti, sobre mí.
Estoy vaciando en concreto todas estas
palabras sin pensármelo mucho. Me aconsejó la prudencia que me contuviera pero
¿qué va a saber esa vieja amargada sobre el corazón? El corazón, en cambio, es
un testarudo soñador que simplemente me hace sonreír con su absurda lógica. Hay
días en los que estoy conmigo, charlando, escribiendo, leyendo y, el muy
maldito, hace que recuerde esos momentos extraños.
Me
gusta recordarme así, cómo era cuando te tenía. Lo sé, es egoísta. Me centro
mucho en lo que sentía y cómo me siento ahora que no tengo permitido hablar de alguien
más. Pero después de estos años... tengo permiso a mencionarte. Mencionarte que
los enamorados tienen licencia para ser nostálgicos y cursis. Hace unos días me
dijeron que era demasiado, pero si vieran lo llena que está la copa del
corazón, sabrían que lo que desborda es muy poco.
He
encontrado un escape en las letras y me maravilla pensar que algún día puedas
leerme. Han sido un par de años bastante interesantes. Me ha costado setecientos
treinta y un días (uno de estos años fue bisiesto) volver a ese lugar. Y ahora
puedo decir que tengo la cabeza donde debe estar.
Siempre han sido los
desatinos las excusas perfectas para explicar mi comportamiento. Tú simplemente
haciendo lo tuyo y yo a la distancia cayendo víctima de una idea. Una idea, que
por más que quería, no era verdad. He aprendido a golpes que no siempre son
reales estas historias que pienso. Y sé que te gusta cómo pienso ahora (me da
un poco de risa), pero debo admitir que ha sido producto de buenas charlas
envinadas con buenos amigos y viejos conocidos.
¿Te
cuento un secreto? Aunque adore los días grises, cuando se trata de nosotros,
prefiero los soleados. Aquellos cuando me decías tomar una bebida helada y yo
preguntaba el sabor de la malteada. Sin embargo, la vida (bendita) es una
maestra implacable de lecciones duras que te hacen más frío. Y por eso también
escribo, para que lo que derrama mi corazón siga siendo sangre roja y no negra amargura.
Que mi lado más humano siga presente, a pesar de lo que me diga el cerebro.
¡Qué ese piensa de más, ¿eh?!
He de confesar que en algunas tardes doradas me siento vacío. Ahora sé que es porque he dejado el corazón, pedazo a pedazo, en algunos lados. En lados de tu rostro, por ejemplo, en algunas cenas y algunas charlas. Algunos momentos que les he quedado en deuda cuando no capté que se trataba de algo efímero y lo creí fútil, después volvía arrepentido a regalarle un trozo de mi a esa remembranza. Con todo, ese vacío no lo quiero llenar. Está bien tener vacío el corazón si se trata de haberlo dado todo. Está bien sentirme sin más porque ya he dado de más. Por eso vuelvo a estos renglones para repasarlos y decir que, aun cuando ha habido caídas y raspones, me siento dichoso de estar aquí.
En fin, este texto es pequeño porque no quiero
explayarme explicándome el por qué lo escribo ahora, por qué me atrevo a
apostarnos desde esta noche sin saber si mañana siquiera estaremos en este
suelo. Pero aunque no estemos juntos, permítete recordarme de vez en cuando.
Seguir viviendo buenos días. Y que siga viviendo en ti como una lección de la
vida que haya hecho marca en tu paso por esta tierra. Han pasado setecientos
treinta y un días y sigo escribiendo con la luna y tomando un trago con las estrellas.
Ahora, mujer, hazme el condenado favor de regalarme esa
linda sonrisa que me enloquece para poder poner el punto final.
Esto es muy extravagante, extrafalario y extra en general. Agradezco la opinión en el texto, sin embargo, los halagos personales no son necesarios aquí. Saludos.
ResponderBorrarSin duda es extravagante... Aunque siento una referencia a otros escritos que lei por aqui... En fin a mi me gustó (espero no haber sido muy personal)
BorrarPara nada, la razón de mi comentario es que una lectora, me atrevo a asumir el género, dijo varias cosas que no tenían otra intención más que sonrojarme. En cambio, tu comentario es de muy buen gusto. Gracias por leerme.
Borrar¡Oh!... Bueno ahora entiendo, estuve a punto de ahorrarme el comentario pensando que se hacía referencia a la opinión personal del lector sobre el texto (lo siento por eso). Saludos.
BorrarHoy es 29/02
ResponderBorrarEste año también es bisiesto...
Solo quería comentar esto porque me encantan esos pequeños detalles.
Bye.
¡Wow! Gracias por recordarme estos detalles. Lamento haber abandonado todo esto, pero estoy buscando mi camino de vuelta, letra por letra. Saludos.
BorrarAquí estaremos esperando justo en este punto.
BorrarSaludos.