Quieta, quietita.

  Llevo un rato contemplando la lluvia, sintiendo el aire frío y respirando lento. Estoy tratando de llenar mi vida con esta vida que tiene el día. Y entre respiros te pienso.

  Tengo ganas de invitarte aquí a mi lado y que te quedes quieta, quietita. No te quiero hablar de nada, ni intentaré darte algún otro mensaje que este: estaba tan feliz que quise compartirlo contigo. No te necesitaba para completar la escena, pero quería aún así que formaras parte del paisaje porque así me gusta la tarde; fría por fuera, pero caliente aquí en mi pecho. 

  Y de vez en cuando nos volteamos a ver como cuando pasa algún ave a buscar refugio y me ves con esos ojos curiosos y yo asiento con la cabeza y curvo mi boca satisfecha. 

Ves la lluvia caer y yo te observo entera por si mañana (Dios no lo quiera) me faltaras. 

  Ayer fue un día muy feo y mañana quizá esté peor que ayer, pero hoy es diferente,  estás aquí y yo también y con esto tengo. Algo interesante del hoy es que es singular, no hay plural. Podrá haber ayeres con desatinos e infortunios y mañanas con promesas y esperanzas, pero solo un hoy y que bueno que estés en él. 

  Ven, cariño, a ver la lluvia en las tardes de plata, siéntate a mi lado y quédate quieta, quietita... o mejor no, mejor apretújame el alma.