Fechas y aniversarios (Versión original)

Me pidieron hablar de las fechas importantes y el de Tinta despertó para preguntarse ¿qué le da valor a la fecha? 

Fascinado por el sonido casi militar que hace la boca al pronunciar la palabra fecha, me dispuse a buscarla en un diccionario etimológico. Y encontré que la palabra española viene del latín facta, es decir, hecha. Y se solía escribir en el borde superior izquierdo de las cartas para saber cuándo se habían realizado. Poco a poco esta palabra se volvió un inevitable concepto del día a día, para referirse al día exacto cuándo se llevaba a cabo algo. 

Supongo que usted, querido lector, lectora u observador que ha tropezado en esta línea, ya tiene una idea de qué nos trata de decir sobre su naturaleza la palabra misma. En realidad, lo que importa nunca ha sido el número del día, ni el nombre del mes, ni siquiera el petulante número de año, no, lo que importa siempre es lo que se hizo, o en otras palabras el evento o grupo de sucesos que tuvieron lugar tal o cual día. 

Y si quisiéramos ponernos filosóficos (¿más?), lo que estimamos o recordamos de un evento es proporcional al significado que le damos a las cosas vividas en ese día. ¿Fue trascendental? ¿En qué contexto? No me malentienda, a veces hay cosas que trascienden porque tienen impacto en la historia de una sección de la población o a veces incluso mundial. Sin embargo, quiero centrarme en las fechas que son importantes por otra razón.

Los calendarios pueden, hasta cierto punto, destrozarnos o construirnos cuando se llega al recuadro con el número que trae memorias a nuestra mente. Pueden ser logros pasados como el librarnos de una adicción o momentos que entrañamos porque por más fechas que pasen no podrá repetirse nunca. Incluso existe una palabra para esto: aniversarios.

La palabra aniversario viene de los vocablos annus (año) y verto (girar, volver), o en cristiano, cuando da vuelta un año. Y de acá hacemos uso también de la última de las palabras que nos acompañan en esta conversación. Calendario viene de calendarium, que significa de las calendas, y calenda era el primer día del mes de luna nueva cuando los cobradores iban a buscar su paga y llamaban o gritaban buscando al amo de casa, (este verbo de llamar, gritar o exclamar viene del latín calare, de ahí lo de Calendas).

 Ahora sí ya tiene el contexto. 

El calendario que antaño se sostenía de la pared (ahora quizá en un dispositivo móvil), va anunciando en silencio que viene pronto un número con más significado que los otros, al acercarse los días ese silencio se vuelve un susurro. Ese anuncio termina por llegar a ser un grito de alarma y no importa lo que hagamos, esa fecha va a llegar. 

 Ese día será ocasión de gloria o de desdicha dependiendo lo que hayamos vivido cuando la historia cobró relevancia, tanto que pudiéramos decir que es casi una efeméride que nos condena o nos levanta. En cierto sentido cada fecha significativa es, en realidad, una historia.

 Y una vez llegue, así como llegó sin ser invitada ni planeada, se marchará sin que podamos hacer nada para detenerle con nosotros. Y se empezará a quedar atrás en el calendario hasta que la olvidemos y sigamos con nuestras pequeñas vidas. Y entonces sin advertirlo, el aniversario estará acechando nuevamente.


Comentarios

  1. Me gustó la reflexión.
    Algunas fechas=recuerdos...
    Gracias por compartir.

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  2. Y a veces, el poner fecha ¿será no querer olvidar?

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  3. ¡Gracias por compartirnos esta reflexión!
    Me gusto la parte donde escribió: "Los calendarios pueden, hasta cierto punto, destrozarnos o construirnos" Cuanta verdad hay en esas palabras. A veces, pienso que las fechas, los recuerdos y el tiempo son armas muy poderosas, y en ocasiones, las utilizamos a favor o en contra de uno mismo.

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