Cementerio de perfiles

 He tropezado con tu perfil de instagram hace unos días. Que absurdo que siga allí tu foto con esos  carnosos carmesí, como si me reafirmaras que todo va a estar bien, que yo estaré bien. Y sigue marcando que pronto habrás de responderme aceptando o denegando mi solicitud de seguimiento. Mi mente divaga entonces hacia dónde estará guardada toda esa información a la que solo tú tenías acceso. Y me cuestiono si en el mundo virtual sí existirá el más allá y ahí están los perfiles, metadatos, videos, fotografías, sonidos, preferencias e información que comformaría lo que alguna vez fuiste en tu perfil. 

  También me pregunto a dónde irán a parar tantos perfiles que se han pausado porque han quedado abandonados. Aquellos que nunca serán revisitados por sus usuarios, más sí que serán concurridos por internautas deambulantes por los recuerdos con sus antiguos dueños y que quieren echar otro vistazo a esas vivencias. Y que por alguna gracia más allá de nuestro entendimiento lógico, quizá porque siempre hacemos más de lo que pensamos, hayamos creado un universo virtual en dónde los perfiles de nuestros seres amados que ya no están, siguen existiendo. Claro, ya no hay nadie administrando sus cuentas de correo, ni tampoco alguien suministrando nuevas vivencias, visitas, ni vistazos de su día a día. Pero ahí, en ese lugar del ciberespacio, siguen en un movimiento perpetuo dando vueltas a lo que ellas fueron en el mundo digital. 

  O si no existiera ese lugar en el cibermundo, ¿es porque existe en su lugar un cementerio de perfiles? Y las grandes compañías tienen sus jardines de descanso eterno virtual. Facebook ha comprado la mayoría de la tierra y se está preprando para cuando el número de los perfiles in memoriam sean más que los que están activos. ¿Cómo decidir cuál habrá que eliminar y reservar para el olvido? Ese momento, a algunos, les mantiene alerta por las noches. Pero, acá entre tu y yo, me gusta más la imposible primera opción.

  Y es de esperarse que uno no acepte la inexistencia después de la ironía de haber experimentado la existencia. Pero toda esta sarta de ideas es en realidad un abrigo para la realidad. La realidad que mi solicitud de seguimiento no ha de ser aceptada ya. ¿Por qué habré tardado tanto en mandártela después de que me dejaste claro que ibas a crear una nueva cuenta? No lo sé. Por eso no puedo acceder ni al cementerio de perfiles ni al más allá virtual en dónde podría verte en mi móvil. Verte bailar, verte reír, verte ser. 

  No sé si viva para ver el día cuando esa solicitud, sin mucha explicación, por alguna falla en la red, me desfalque un sí. Una regalo para volver a sentir lo que se vive al ver vivir a alguien como tú. Por lo pronto debo conformarme con el círculo diminuto que delimita tu recuerdo a tu foto de perfil. Y la etiqueta de "pendiente" me reafirma que he llegado tarde. Pero subo la vista para ver que a persar de todo, tú me sonríes. 

  Por y hasta siempre.

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