Acerca de ser fuerte.
Ahora llega, sin más preámbulos, el suspiro. No hace falta inquietarse si el llanto forcejea por escaparse en cada molécula de aire que escapa de sus labios. Puede ser que sienta cómo una escalera desciende a tumbos, como quien se aferra a los barandales de los sentimientos que se deslizan. Pero no se preocupe demasiado, las emociones son, en ocasiones, traviesas. Como decía un andariego que conocí, el llanto no es debilidad, es más bien la prueba viviente de haber sido fuerte durante tanto tiempo. Comparto ese pensamiento, ¿sabe? Lloramos porque estamos vivos. El llanto no entiende de géneros, no es cosa de fuertes o débiles, sino de humanos desahogando su humanidad.
Pero ahora, lo que sí cuenta, es saber cuándo darle al botón de reinicio. Esa idea tiene algo de similitud con el funcionamiento de las computadoras, un paralelo entre circuitos y corazones. Cuando todo se enreda y la lógica parece un laberinto, el reinicio se plantea como la escapatoria. Si algo se interpone, si hay algo que obstaculiza el paso, tal vez convenga darle un reinicio. Cuando ya no se puede más, cuando hemos explorado todos los callejones sin salida, el reinicio se torna no solo aconsejable, sino imperativo. Similarmente, con la gente, si avanzar implica causar daños irreparables, el reinicio se convierte en una necesidad.
La forma en que nos detenemos es una elección personal, cada uno descubre su propio punto de pausa. Es entonces cuando el silencio se apodera, y el latido del corazón se ralentiza (si eso involucra lágrimas, adelante, ¿quién teme a unas lágrimas bien gastadas?). Salir a pasear por la memoria, regresar a aquel niño que fuimos hace eras, con sus ojos abiertos a las maravillas que se escondían en las esquinas. O simplemente abrazar la inercia, dejarse llevar por pasatiempos que no exigen más que existir. Cada uno va aprendiendo con el tiempo, va descubriendo qué funciona y qué no. No hay un manual, solo la experiencia.
Ah, y para ser fuerte en los momentos precisos, no hace falta cargar con esa fortaleza a cuestas todo el tiempo. Eso pesa, créame. A veces, lo que realmente muestra coraje es dejarse ser vulnerable. Qué ironía, ¿verdad? asegurarle que, si busca ser auténticamente fuerte, primero debe abrazar su propia pequeñez e indefensión. Debe sentirse transparente y comprender que, incluso en la suave brisa, puede esconderse una tormenta.
Pero ahora, lo que sí cuenta, es saber cuándo darle al botón de reinicio. Esa idea tiene algo de similitud con el funcionamiento de las computadoras, un paralelo entre circuitos y corazones. Cuando todo se enreda y la lógica parece un laberinto, el reinicio se plantea como la escapatoria. Si algo se interpone, si hay algo que obstaculiza el paso, tal vez convenga darle un reinicio. Cuando ya no se puede más, cuando hemos explorado todos los callejones sin salida, el reinicio se torna no solo aconsejable, sino imperativo. Similarmente, con la gente, si avanzar implica causar daños irreparables, el reinicio se convierte en una necesidad.
La forma en que nos detenemos es una elección personal, cada uno descubre su propio punto de pausa. Es entonces cuando el silencio se apodera, y el latido del corazón se ralentiza (si eso involucra lágrimas, adelante, ¿quién teme a unas lágrimas bien gastadas?). Salir a pasear por la memoria, regresar a aquel niño que fuimos hace eras, con sus ojos abiertos a las maravillas que se escondían en las esquinas. O simplemente abrazar la inercia, dejarse llevar por pasatiempos que no exigen más que existir. Cada uno va aprendiendo con el tiempo, va descubriendo qué funciona y qué no. No hay un manual, solo la experiencia.
Ah, y para ser fuerte en los momentos precisos, no hace falta cargar con esa fortaleza a cuestas todo el tiempo. Eso pesa, créame. A veces, lo que realmente muestra coraje es dejarse ser vulnerable. Qué ironía, ¿verdad? asegurarle que, si busca ser auténticamente fuerte, primero debe abrazar su propia pequeñez e indefensión. Debe sentirse transparente y comprender que, incluso en la suave brisa, puede esconderse una tormenta.
Tal vez, estas palabras le brinden alguna guía para discernir cómo encontrar su fortaleza cuando la necesita y cómo reconocer cuándo es apropiado rendirse a la fragilidad; si llega a resolver esto, habrá alcanzado la verdadera fortaleza."
"Cuando soy débil entonces soy poderoso" 2 corintios 12 :10
ResponderBorrarEntiendo tu punto
Me gustan tus escritos
Me han ayudado en momentos de debilidad
Gracias