Fantasmas
No creo en los fantasmas, pero entiendo porque a veces se esfuerzan tanto en probarle a los vivos que siguen ahí. Tiene lógica por qué desacomodan las cosas, hacen estruendos y en su desespero algunos hacen contacto físico con el mundo de los vivos. A veces incluso hacen apariciones apenas visibles entre la niebla, por la noche, algunos gritan en su desespero para mandar un mensaje: sigo aquí. Aferrándose a la vida, sin saber que hace mucho la han dejado atrás.
Hacen cosas extrañas, como acumular polvo en los estantes, dejar tazas con café frío que nadie nunca tomará o amontonar ropa sucia en las esquinas. Anhelan tanto la tangibilidad que les ha sido arrebatada que buscan por todos los medios hacer contacto, con voces tenues y gestos lentos. Hay quienes creen que buscan la luz, lo entiendo, créame. Buscan verse en un espejo, pero no hay un reflejo que les convenza de su existencia. Están condenados a un bucle de pena donde los recuerdos se entrelazan con emociones. Porque tampoco vemos entes tomando vuelos, cumpliendo sueños, o experimentando cosas nuevas ya que les imposible aceptarse en este plano.
Entre seres conscientes compartimos algo, ¿sabe? Dependemos del reconocimeinto externo. Queremos que alguien valide que, por lo menos, existimos. Por ello los fantasmas no se rinden ante el estigma de la muerte, más bien persisten en una existencia suspendida en la penumbra. Deambulan por la cotidianidad, y pocos, si acaso alguno, se percata de su presencia. Desean la liberación de su sufrimiento sin renunciar a nuestro mundo, de hecho son quienes más creen en las segundas oportunidades sin alguien que se las ofrezca, alguien que reciba el mensaje.
Su conjetura es que, al abandonar la vida, podrían prescindir del alimento, de las diversiones, interacciones y se resignan a sufrir, porque creen que eso es todo lo que merecen. Quien sabe, quizá si probaran una sopa caliente, vieran su película favorita, se ducharan y, en vez de descuidar el acomodo, ordenaran un poco, alguien más los vería. En su afán, incluso algunas almas escriben textos describiendo en tercera persona su situación, con la desdibujada esperanza de que alguién les lea y los guíe hacia la luz.
Poñoñon
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