Eso estuvo cerca



El hombre estaba parado frente al espejo, tal como había pedido la mujer. 

—¿Qué se supone que debe pasar? —preguntó el hombre.
—¿No lo ve?
—¿Se refiere al espejo? —insistió el hombre.
—¡Eso no es un espejo! Es una ventana, ahí hay otro como tú.

El hombre daba unos pasos hacia el frente y hacia atrás. El reflejo le seguía. La mujer estaba emocionada como un niño que le muestra sus juguetes a alguien por primera vez.

—¡¿No lo ve?! Hay alguien exactamente igual a usted detrás de esta ventana.

El hombre empezaba a perder la paciencia.

—Disculpe si no me muestro crédulo, pero esto está sacado de una película por decir poco.

Mientras el hombre volteaba para dirigirse a la mujer, el reflejo no devolvía el gesto, solo se quedaba allí. La mujer entonces se colocó al lado del hombre.

—¡Mire! Yo no tengo reflejo. Además, los adornos y muebles de esta sala no se encuentran del otro lado.
—No entiendo a qué se refiere, yo veo perfectamente el reflejo de ambos al otro lado del cristal.
—¡AH! —la mujer lo tomaba con ambas manos por la solapa del traje y lo sacudía— ¡No me va a convencer de lo contrario, señor!
—La violencia no es necesaria señorita —se alejaba de ella— Mire el espejo.

La mujer volteó y vio perfectamente dos reflejos al otro lado, imitándoles. Ella fijaba la mirada en el espejo y el reflejo lo hacía en ella.

—Pero…
—Lamento esto. ¿Está bajo algún tratamiento?
—Pero yo…
—…¿o padece de alguna condición?

Ella entonces procedió a hacer un experimento. Levantó su mano derecha y el reflejo levantaba la mano izquierda. Alzó rápidamente la mano izquierda y el espejo hizo lo propio. Caminó un poco hacia adelante y su reflejo se acercaba al límite. Extendió su mano tan cerca que con un movimiento de dedo pudo haber sentido la mano del reflejo, pero se rindió y dejó caer sus brazos. Dio media vuelta y regresó al lado del hombre.

—Estaba tan segura que había alguien diferente detrás del espejo.
—Eso suena metafórico, señorita.
—Tan segura…

Ella estaba ahora parada frente al hombre. Se le aventó a los brazos y rompió en llanto. Tenía colgada a una mujer qué no recuerda lo que hizo ayer ni tampoco tiene certeza de nada. Se privaba del grito a causa de la desesperanza mientras se fundía en el pecho de él. El hombre entonces se quedó helado al ver cómo el reflejo de la mujer atravesaba el umbral del espejo, como quien atraviesa la neblina, entrando en la habitación de ellos, cauteloso, casi caminando de puntitas. El reflejo de la mujer arrastraba un bate de béisbol. 

El hombre puso sus manos sobre el rostro desconsolado de la mujer, le limpió un par de lágrimas de sus mejillas, le dio unos ojos condescendientes y esbozó una sonrisa.

—Tenías razón —dijo el hombre.

La mujer sintió que había alguien detrás y quiso voltear para sorprenderle, aunque solo consiguió un vistazo de cómo su reflejo le golpeaba con el bate justo en las sienes. El impactó ocasionó que cayera tendida sobre la alfombra. Una mirada borrosa y un cuerpo pesado. Ella intentaba moverse pero sentía estar tan pesada como el suelo en el que estaba postrada. La visión borrosa. La habitación se difuminaba con rapidez. Quería gritar. Intentaba pedir auxilio, pero solo podía arrojar un sonido de quejido de dolor absoluto  mientras observaba la escena.

Del espejo venía el reflejo del hombre a pararse a su costado.  Con una palma le tomó por las mejillas y le volteó su rostro hacia el suyo para examinarle las pupilas. Entonces ella pudo ver a los tres individuos sobre ella. Dos hombres exactamente iguales y una mujer con su misma apariencia y rasgos físicos que aún sostenía el bate y lo utilizaba de apoyo para estar de pie.

Entonces el hombre reflejo le dijo al otro.

—Eso estuvo cerca, doctor.  
—Eso estuvo cerca —corroboró.
—Este vino más listo —añadió la mujer—, ningún otro había sospechado.
—De vez en cuando hay unos más listos. —bajó la vista para observar a la mujer tendida en el piso— Siento que esto está mal.

Hicieron una pausa para verla morirse. 

—Por cierto, lo de "tenías razón" fue muy cursi —le decía un hombre al otro—. 
—No me digas nada, siento que son personas también, si fuese a morir me gustaría que me dijeran eso.
—No son personas —interrumpió la mujer—, son imitaciones sin sentimientos.  
—Clones —corrigió el otro hombre—, las copias no son inteligentes y no valen tanto.
—Como sea, no me gusta esto, siento que es asesinato.
—Pero si alguien debe quitarnos la vida, ¿qué mejor que hacerlo nosotros mismos?  —respondió la mujer.

Intentaron contener una carcajada y se escapó como una exhalación: ¡pff!

 La dejaron  allí en el suelo con la mirada perdida, sufriendo espasmos en sus extremidades. Con todo, ella alcanzó  a verles alejarse a través del espejo mientras decían que llamarían a limpieza temprano en la mañana. Antes de salir apagaron las luces.


Comentarios

  1. ¿Qué?

    Me siento en conflicto con esa realidad, sociedad y cultura... O lo que sea.

    Por otro lado esto está muy bien narrado.

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    Respuestas
    1. Hey, gracias. Pienso que el causar una reacción en el lector por las palabras leídas es de los poderes más nobles del escritor, siempre y cuando estas reacciones sean positivas.

      Un abrazo.

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