El Jinete del caballo de madera



Si les dijera que tengo una gran imaginación, les diría nada menos y nada más que la realidad. Sólo que como en todo, las circunstancias cambian.


Una reunión en familia, comida, televisión, charlas trascurrían un domingo despejado. Se paseaba el espíritu del día por el hogar de la tía, la risa de mi sobrina hacía que el día se acercara a un júbilo de alegría. En otras palabras era otra reunión más para nosotros, amena como acostumbramos.


Se esperaba un evento en televisión por lo que debíamos mover la televisión de una recamara a una estancia donde pudiéramos estar todos juntos viendo la TV. Pero estorbaba un pequeño caballito mecedor donde jugaría mi sobrina en un par de años en el futuro. Sabía que tenía que moverlo, sin embargo en mi mente estaba haciendo eco el recuerdo de mi infancia "Si hubiera tenido uno de estos... tantas historias".


Mi ser debía sentir la madera, mi olfato podía percibir el tronco tallado, mis ojos estaban en cada empuñadura para tomarme de ella, oía el relinchido del caballo mientras cabalgábamos hacía el polvoriento pueblo. (De seguro me miraba ridículo montado sobre él) "Oye....¡Hey!...Oye, es divertido" me decía mientras me mecía hacía adelante y atrás. El espectro de una sonrisa cobraba vida en mi rostro, solté una mano del caballo y la movía como si tomara mi sombrero por el aire. El cuarto se caía a mi alrededor mientras cada partícula de mi y del caballo se movía por el viento hasta ser unido en otro lugar, sentía el polvo en mi rostro con el sol en mi espalda, se empezaba a mover la madera... ¡estaba vivo! y no solo eso, galopaba como despavorido hacía Pueblo Muerto. Me tomé firmemente de las riendas con mi sombrero firme sobre mi cabeza.


Eran cerca de las seis de la tarde, lo sabía gracias a el sol que ya caía en el horizonte. Llegué al pueblo y me detuve en una cantina.

—¿Donde está su sombrero, vaquero? —preguntó un hombre

—Lo tengo justo...¡No está! —dije mientras sentía un paliacate, cual gitano fuera, cubriéndome la cabeza.

—No se aceptan Gitanos en Pueblo Muerto... Ni tampoco queremos caballos con hechizos indios —dijo el viejo

—¿Mi caballo?, ¿Indio?... ¿Que? ¡No! Ni eso ni lo otro... Ni hechizo, ni gitano —dije volteando a ver mi caballo de madera que movía la cabeza de un lado a otro— Entraré por un trago si no le importa.

—Pero sí me importa —dijo mostrándome su insignia de Sheriff— Váyase en paz y lo dejaré vivir.

—Es sólo un trago para...—decía al caminar hacía la entrada—.

—Es sólo una bala para usted... —dijo desenfundando su revolver—.


Sonreí de lado a la vez que me detuve. Lamentaría no ser aceptado en Pueblo Muerto por un trago, pero nunca he dejado mi orgullo de lado.

"¡Vamos Golden!" grité a mi fiel compañero. El obedeció y relinchó. Tras el descuido lo golpeé en la quijada con la derecha, izquierda al hígado y una patada en el pecho para tumbarlo a la calle. No sé si Golden se desquitó con el sheriff por su desprecio. Entré al bar y tomé hasta olvidar que estaba ahí.


Entonces, una joven entró al salón con su vestido amarillo entallado que revelaba su hermosa figura, un paraguas que cubría el resplandor de sus ojos azules, la finura de su nariz pintaba una curva que la hacía respingada y elegante, nuestras miradas se cruzaron accidentalmente cuando ella buscaba a alguien en el lugar, sin embargo, Yo no despegué de ella mi mirada. Además me parecía extraño ver caminar a una mujer por un lugar tan bajo, parecía que por un segundo toda aquella cacería por aventuras había valido la pena.

No podía manejar mi indiscreción, aunque parecía no afectarle a ella, la miraba como si hubiese vivido una vida en la oscuridad y ahora he encontrado la luz, estaba decidido a no perder esa oportunidad de hablar con ella, me levanté, no sin antes tomar un último trago de mi vodka barato, al caminar hacía ella pensaba lo que le diría y en sus posibles reacciones, al sentirme inseguro me detuve un instante, al querer nuevamente dirigirse a ella alguien más estaba hablando con ella.


“Quizá solo sea como una obra de arte, para admirarse pero no para tenerse, o tal vez simplemente no seamos el uno para el otro” pensé. No conforme, seguí viéndola, ya no más con el afán de hacerla mía, sino como con una admiración y aprecio. La dama parecía no sentirse cómoda con aquel hombre, entonces cometí un error inverosímil, me acerqué y pregunté: “¿Está todo bien?”. La mujer permaneció callada mientras que el hombre que estaba con ella mostró una expresión de indignación y asco, procedió a golpearme en mi nariz fracturándomela, me miro y dijo: “Vete, porque de veras que mis navajas sienten atracción hacía ti y ¿sabes?, quisieras concederles sus peticiones”.

Se volvió hacía la dama y le levantó la mano para golpearla, me le abalancé sobre él. Tras una golpiza épica al intrépido gitano vaquero que soy, el hombre se marchó y la dama solo nos había observado todo ese tiempo sin decir ni hacer nada absolutamente. Me encontraba ahí manchado de sangre y tierra, pero mi atención no se centraba en mi dolor porque estaba desconcertado debido a que la joven no se había movido o inmutado. Me había contristado.

La joven dama sintió lástima por mí, así que se dirigió hacía mi y me ayudó a levantarme, limpiarme la sangre de mi rostro, sacudirme la tierra y la mezcolanza de sangre con tierra de mi ropa. El caminó hacía la salida y se detuvo en una madera chirriante, lo cual, ella no pasó por alto. Sólo le hice un comentario frente a la puerta:

—Me marcho, ¿Sin saber tú nombre?—

— Después lo averiguarás— respondió enigmáticamente.

Movía la cabeza tratando de comprenderle y una sonrisa inocente se escapó de mi rostro. Al distanciarse ella, exclamé con regocijo: “Un Brindis”, tras lo cual tomé una bebida que sostenía en mi mano.


Subí a Golden sonriente y un poco loco (más de lo normal), cabalgando hacía el horizonte gritaba el gitano mientras se alejaba de mi vista. Parpadeé una, dos, y otra vez me transporté a la realidad donde me mecía hacía adelante y atrás en el caballito de madera. Miré si nadie me había observado jugar ahí. Me levanté y lo moví hacía un lado para poner la Tv y pasar una tarde en familia inolvidable, pero no tanto como las aventuras que puede tener el Jinete Gitano del caballo de madera.


Si les dijera que tengo una gran imaginación, les diría nada menos y nada más que la realidad. Sólo que como en todo, las circunstancias cambian. Pero mi imaginación se nutre de esas circunstancias.

Comentarios

  1. Y luego te preguntan que estás pensando... Si supieran, ¡Ja! Como si fuera posible contarles sin que duden de la cordura de uno.

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    Respuestas
    1. ¡Seríamos un completo espectáculo! Es un gusto saludarte en estos lares, Sentidos.

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    2. ¿Que puedo decir? A mí me llegó un e-mail que me trajo hasta aqui.

      Saludos.

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